El último día en Madrid fue más intenso y precipitado de lo que me esperaba. La verdad es que entre el tráfico y el trabajo, mi cabeza estaba a punto de estallar.
Al llegar a las colas de facturación, como siempre escojí la cola más lenta de las 4. Este Murphy, el de la ley, y yo tendríamos que tener una conversación muy seria. Ahora que lo pienso no debe estar muy vivo.
Las máquinas que te sacan la tarjeta de embarque también estaban llenas, pero me fuy a una de ella al ver que quedaba libre. Conseguí una de las últimas plazas del vuelo que se estaba sorteando en ese momento, aunque fuera una plaza de las de más atrás y sin ventanilla ni pasillo posible. La verdad es que me sorprendí de la inhabitual velocidad de la máquina en cuestión.
Después de la pequeña pateada por la T4 de Barajas, llegué a mi J ó K y el número que fuera para embarcar. En el cutre monitor que anuncia los vuelos ponía "last call" es decir última llamada.
El colapso en el Boeing 757 era dantesco. El pasillo parecía otro de los atascos que me había encontrado en Madrid... Lo peor del caso es que cargaba con una maleta (que pesaba un huevo) y un maletín, además de una chaqueta que me había quitado por el insoportable calor que hacía.
Después de la improvisada cola en el pasillo del Boeing, por fin llegué a mi sitio, y el trabajo fue mío para colocar mi equipaje en el sitio, dada mi tardía llegada al avión.
El viaje de vuelta fue incómodo, al tener dos personas una a cada lado del avión, por el calor del día, y por mi cabeza a punto de estallar. Mientras que mi compañero de la izquierda se quedaba asombrado por la portada de la revista Iberia de Marzo yo leía tranquilamente mi Proyecto Williamson para relajarme.
Pero no pude evitar cojer mi ejemplar de la revista para hecharle una ojeada. La portada de este mes con la explosiva Salma Hayek es acojonante!
Luego seguí leyendo el libro que parece interminable con juicios, causas, y más acusaciones. Un tío que tenía detrás se puso a roncar de forma exajerada, con que las miraditas al tío por parte de los otros pasajeros eran constantes. No entiendo cómo tiene la gente tanta facilidad para dormirse en el avión, yo no lo consigo casi nunca.
Cuando estábamos llegando al aeropuerto de Barcelona, El Prat, la sobrecargo nos indicó la temperatura y otras cosas pero equivocándose diciendo que nos dirigíamos a Madrid. Pero al decirlo en inglés la volvió a cagar, así que el cachondeo y las risas eran abundantes entre los pocos que nos habíamos quedado despiertos en el vuelo.
Al cabo de unos minutos supongo que la chica sobrecargo se dio cuenta, así que quiso rectificar por la megafonía del avión. Al decir que no nos dirigíamos hasta Madrid dino hasta Barcelona la gente empezó a aplaudir y a silvar, con lo que parecía más un viaje de vacaciones a Ibiza que de un montón de entrajados que no tenía más remedio que desplazarse constantemente a la capital del reino.
Si enlatar a las sardinas en el Boeing 757 de 3 y 3 asientos por fila por casi 40 filas era una tarea complicada y lenta, no penséis que el proceso inverso desalojo es más fácil. Todo el mundo quiere levantarse, pero no hay espacio para ello. Todo el mundo quiere agarrar sus pertenencias lo antes posible, pero no llegan a cogerlas. Y todo el mundo quiere largarse de ese tubo claustrofóbico e inhabitable ya, pero sólo hay disponible un estrecho pasillo por el que puede circular una sola persona.
Al salir de la terminal C del aeropuerto, cómo no, la cola de taxis crecía de forma desmesurada. Pero en cambio la llegada de taxis a la terminal se realizaba en cuentagotas. ¿Cómo puede ser que no hayan solucionado el tema de los taxis en la terminal C Puente Aéreo en Barcelona- El Prat?
Al final me subí a un taxi que acababa de llevar a un pasajero a coger su avión. Lo hice porque ya era el primero de la cola, y no llegaba ningún taxi, mientras que este taxista me aseguraba que le habían dado permiso para recoger a clientes.
Un rato después, llegaba a mi casa después de estar toda la semana fuera. Home, sweet home!
Tweet
No hay comentarios:
Publicar un comentario