Los fines de semana de verano son como mini-vacaciones comprimidas entre periodos de trabajo. Lo mejor es la desconexión cuando sales de la ciudad. Lo peor es la retención en la carretera tanto en la salida de la ciudad, pero sobretodo los domingos a la vuelta.
Cuando llega el viernes todos tenemos distinto el ánimo. Parece que se acabe un pequeño ciclo, y empiece otro bien distinto. En viernes, las caras de los compañeros de trabajo son bien distintas a las de un lunes. Todos tenemos los planes del fin de semana en la cabeza, sobre todo en verano.
Cuando llega el mediodía del viernes todos empezamos a mirar el reloj para salir escopeteados a hacer las maletas, sino están ya hechas, y lanzarnos a la carretera para llegar a aquella segunda residencia, apartamento, casa de los padres, amigos, conocidos, hotel, hostal, habitación, autocarabana, camping o cualquier otro lugar en el que alojarse durante el fin de semana de desconexión.
La sensación al llegar es una pasada. Al pensar que estás fuera de tu ciudad es una sensación como de paraíso con el que la desconexión es inmediata. El tiempo va a otra velocidad, más que nada porque el reloj deja de tener sentido, así que ¿por qué llevar puesto el reloj?
Pero es que además cualquier cosa sabe mejor. Es en aquellos momentos en los que disfrutas de cualquier acción que, aunque la realizas cada día de tu vida, aquel día sabe mejor. Por ejemplo el desayuno. El desayunar tranquilamente un fin de semana fuera del estrés diario y fuera de tu casa, hace que el desayuno parezca estar más bueno y hasta el mismo zumo de naranja Granini sabe mejor.
Aunque al llegar a la playa, no hay un palmo de arena libre, como estás con otra actitud frente a la vida, no te cabreas. Tampoco si te encuentras una caravana peor que la de entrada o salida a la ciudad los días laborables. Parece que tu mente trabaje a unas revoluciones más bajas, siendo capaz de asumir de una forma mucho más relajada cualquier imprevisto.
Vaya, al final llegas al sitio por mucha caravana que encuentres. Al final encuentras sitio, por muy petado que esté el pueblo. Y también al final consigues clavar la sombrilla y estirar la toalla por muy llena que esté la playa.
Estas situaciones de repiten al buscar mesa en una terraza para hacer el vermut, o para sentarse en un restaurante a comer o a cenar, o incluso para pedir un helado o una horchata en la heladería de siempre.
Pero al estar en modo ON mini-vacaciones de verano, todo sabe mejor y todo te lo tomas mejor.
Incluso te tomas mejor el descomunal pollo que encuentras al tratar de volver a la ciudad el domingo tarde-noche, cuando todos los pringaos como tú y yo volvemos porque al día siguiente hay que currar.
Espero que paséis unas buenas vacaciones, aunque sólo sean de viernes tarde a domingo noche, pero conservando el trabajo….
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