Me levanté temprano, a las 6 y cuarto. Después de desayunar, afeitarme y ducharme, me puse un traje (tenía que ir trajeado). Cogí el coche hasta el aeropuerto de El Prat, donde aparqué en la 3ª planta de la terminal C. A través del puente ubicado a la altura de la segunda planta de este aparcamiento, llegue a la majestuosa cola del Puente Aéreo, pero no sería la única cola que haría durante el día. No se vayan amigos, aún hay más... ¿colas?.
Después de darme un asiento de pasillo, dónde se está un poco más ancho, me dirigí hacia la planta superior de la terminal donde están las puertas de embarque. Justo al subir veo un montón de gente formando una serpeante cola para pasar el control de pasajeros. En estos momentos siempre me acuerdo de que los móviles no pueden pasarse encima. Al pasar por el control, pito, y ya está, pienso el reloj. Exacto me lo tuve que quitar para evitar volver a pitar... (nota: el titanio pita).
En la puerta que tenía asignada ya se había formado otra cola para entrar en el avión. Elijo el Avui y el Marca, y me quedo con el titular de este último: “Va a ser que no!”, en referencia a que el Real Madrid había quedado fuera de la Copa del Rey ante el Valladolid. El ajetreo en el pasillo del avión es increíble, con cantidad de maletas que deberían prohibir embarcar y que saturan el poco espacio a bordo.
Después de ojear los periódicos empiezo a leer “Una fortuna peligrosa” de Ken Follet escuchando a Norah Jones en el iPod. El vuelo se hace corto, apenas 50 minutos y el taxi no se pierde como la última vez, en Agosto ya había llevado a otra chica al mismo edificio. Por suerte veo desde el principio dónde está el problema a resolver y su solución, pero la infinidad de pruebas que debo hacer para demostrarlo me demoran hasta tarde. Lo mejor del sitio la comida italiana, y algunas chicas muy maqueadas. Lo peor: tantas pruebas, las colas en el restaurante y el café.
El taxista de vuelta es del Atleti, así que ponemos verde al Madrid durante todo el trayecto. Dice que el mejor Atlético de Madrid que hubo fue el que descendió a segunda, pero que fue debido a que era la única manera que tenían los jugadores para quedar libres. Y es que el club había sido intervenido, las fichas “legales” eran muy bajas, y las cuentas B habían sido canceladas desde donde se pagaban bien a los jugadores: seguir en el At. Madrid no les era rentabe.
Llego al aeropuerto y otra vez a hacer cola para coger sito en el avión de vuelta del Puente Aéreo. Hay más gente que en la ida, así que me toca esperar en Barajas. Esta vez dejo el reloj en la bandeja cuando paso por el control de metales, y consigo no pitar. Mientras espero la salida de mi vuelo de vuelta, me como una tarta de Santiago, un donut de chocolate y un Cacaolat, puede que por hambre o por darme un premio después de haber triunfado.
Curiosamente en el aeropuerto de Barajas han instaurado un sistema en el que los vuelos no son anunciados por megafonía sino que los pasajeros deben estar atentos a las pantallas de información. Teóricamente esta iniciativa sirve para que sea más agradable y silenciosa la estancia de viajeros, y supongo también para que todo el mundo pueda ir hablando con el móvil sin tener que ir haciendo “breaks”.Pero en cambio, se anuncia por megafonía esta circunstancia, se avisa de la prohibición de fumar, y cada dos por tres están con anuncios del estilo, así que ellos mismos hacen caso omiso de esta iniciativa.
Al llegar a la puerta de embarque una increíble cola me espera. Es tan grande que el embarque del vuelo a Roma Fiumicino tienen que irlo anunciando por megafonía para que la gente sepa por donde deben embarcar, pues la puerta de acceso queda bloqueada por la cola.
Mientras escucho música en el modo Shuffle Songs en mi iPod, me río de lo que va haciendo la persona que me precede en la cola. Es como Mr Bean, tiene la misma nariz y una constitución parecida, diría que más alto aunque no sé cuanto mide Rowan Atkinson, pero se mueve de la misma extraña forma. Este personaje de golpe se va, dejando su cartera en forma de bolsa de portátil, al cabo de los minutos vuelve con un carro. Al volver la cola ya empieza a avanzar, y él se empieza a desprender de un abrigo, luego se saca una chaqueta y a continuación un jersey. La cola sigue avanzando y él va avanzando a trancas y barrancas. El jersey lo inserta dentro del maletín, con lo que parece que no lleva ningún portátil, y se vuelve a poner la chaqueta, dejando aparte el abrigo. En el último momento deja a una lado el carro, y entrega el billete a la azafata. Él coge El Mundo, al igual que yo pues no había mucho más dónde elegir (ABC y Razón), y al final del finger justo antes de entrar en el Boeing 757, deja el periódico en una papelera ¿?
Hago una ojeada rápida a El Mundo, donde leo que los dos bancos españoles más importantes tienen problemas judiciales. A continuación leo un capítulo del libro, pero acabo escuchando música. El vuelo de vuelta se eterniza hasta más de hora y media, puede que por las más de 200 personas que llenan del todo el avión. No sé cómo se las ingeniarán para hacer entrar/salir a más de 800 personas en los Airbus 380.
Cómo estaba en la penúltima fila de asientos B-757, la salida del avión se me hace un poco larga, pero cuál es mi sorpresa al comprobar que no es la última cola a la que me tenía que enfrentar: también debo hacer cola para pagar el parking en una de las dos máquinas colocadas al final del puente que comunica la terminal C de El Prat y el parking colocado justo enfrente. Finalmente llegué a casa pasadas las diez de la noche.
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