Al salir del museo MOMA teníamos el tiempo justo para comer, recoger las maletas y partir hacia el aeropuerto. Así que comimos en un local de la cadena PAX a base de Wraps y sandwich caliente.
Creo que ya lo comenté, pero es que mucho personal de este tipo de locales comerciales es de origen hispano, o sabe hablar castellano, así que muchas veces nos pasamos del inglés al español para pedir la comida.
Al salir del restaurante de comida rápida, nos fuimos al hotel. Allí pedimos las maletas que nos estaban guardando y pedimos un taxi para ir al aeropuerto JFK. De mientras, estuve reubicando algunas cosas que llevaba en la bolsa de mano en la maleta a facturar, con el objetivo de evitar futuros problemas en el control del aeropuerto.
El del hotel me comentó la posibilidad de que por 55$ nos llevaba al aeropuerto un coche Lincoln con chófer, en lugar de llamar a un taxi. Le dije que OK, ya que algo parecido nos costó el taxi de ida. Así pues nos llevaron las cuatro maletas hasta el Lincoln negro impecable, y el conductor nos abrió amablemente las puertas para entrar.
El chófer era un dominicano que evitó el peaje, se cambiaba a saco de carril, y no dejaba de hablar por teléfono, e inevitablemente escuchábamos su conversación. El tío decía que no cambiaba por nada en el mundo trabajar en Manhattan para irse a Brooklyn, ya que según él en Manhattan era donde habían los billetes. Decía que los europeos tipo italianos y franceses, así como los ingleses y americanos de un cierto nivel se hospedaban en Manhattan y allí él conseguía la pasta. Además argumentaba que el €uro hacía que llegara pasta del turismo, y que cada vez había más rusos con dinero.
En poco más de una hora llegamos al JFK Airport, en medio de una lluvia que en ocasiones descargaba con intensidad. Al llegar al aeropuerto, el chófer nos volvió a preguntar por la compañía y por el destino, y nos dejó en la terminal buena, la terminal 3 de las 15 que hay en JFK. Se levantó del coche y nos descargó las 4 maletas, así pues le pagué lo convenido más una propina.
Justo en la puerta de la terminal estaba montado un control de equipaje, así como de las medidas y el peso del mismo por parte de Delta. Nosotros nos dirigimos directos hacia dentro de la terminal, y uno de control nos ha preguntdo hacia donde íbamos. Al decirle que hacia Barcelona, nos ha preguntado que si era el vuelo de tal hora y nos ha hecho pasar hasta los puestos de facturación.
Allí hicimos una mini-cola y en nada ya estábamos facturando 2 de las maletas que pesaban juntas en la balanza del mostrador de Delta algo más de 89 libras, que luego calculé eran unos 40 kilos, de los 22,5 permitidos por maleta. La verdad es que no tenía claro que estuviéramos dentro de los márgenes permitidos, y recuerdo que en el hotel intentamos liberar algo de peso al equipaje a facturar para que fuera más liviano, cargando algo más el equipaje de mano.
Inmediatamente después del check-in, y con la tarjeta de embarque en una mano y la maleta en la otra, nos fuimos al control de equipaje de mano. Nos hicieron descalzar, y poner las bambas en una de las cubetas junto con la cartera, llaves, móvil y además la maleta de mano por el escáner. La verdad es que no me pareció un control súperbestia, como los que habían en el aeropuerto de Stansted en London.
Nuestra puerta de embarque era la 3 de la terminal 3 de este enorme John Fidzgerald Kennedy International Airport. Precisamente en esta misma terminal salen otros vuelos de Delta con destino a San Francisco, Lake City, Atlanta,... y nuestro vuelo con destino a Barcelona compartido con Air Mexico.
Emeshing from JFK Airport
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